TORMENTA: “Perturbación atmosférica violenta”. Real Academia de la Lengua Española
Entiendo ahora, por que asimilamos la palabra tormenta con asuntos difíciles en la vida. Son situaciones que llegan como fenómenos que no podemos controlar y que nos sacuden con violencia. Somos ese barco, sometido a las corrientes y vientos fuertes, supone navegar en un mar de temor y la posibilidad inminente de ser destruidos con cada ola. Si, esas olas llenas de ruido y terror, donde nos sentimos indefensos e incapaces de enfrentar ese gigante.
Muchas veces he sido ese barco y como todos los seres humanos (Creado a la imagen de Dios, pero imperfectos en nuestra naturaleza), he atravesado tormentas. Algunas han tenido nombre: Depresión, soledad, ansiedad, angustia profunda, temor, timidez, problemas económicos, sentirme sin propósito, no tener trabajo, etc.
En cada una luche por no separarme de Jesús: clame, ore, llore, clame otra vez, leí y releí el pasaje de la biblia donde Jesús milagrosamente calma la tormenta que esta por hundir la barca donde el y sus discípulos viajaban. Usar las armas de Dios y no alejarme de EL es algo que me han enseñado toda la vida, han sido la forma de remar en medio de todo eso. Sin embargo, muchas veces no fue como en el pasaje bíblico, muchas veces la tormenta no se calmaba como yo esperaba y me preguntaba si mi fe aguantaría.
Normalmente creemos que Dios demuestra que está con nosotros si la tormenta se calma y sale el sol. Dios en su soberanía puede hacerlo y se en mi corazón que el ama hacerlo, pero ¿QUE PASARIA, SI EN VEZ DE TRAER CALMA A LA TORMENTA, ¿DIOS TE DIERA LA ENTEREZA DE ATRAVEZARLA?, ¿qué tal, que en vez de esperar que la tormenta se vaya, Dios te diera la valentía de seguir firme y que el viento en vez de asustarte comenzará a obrar a tu favor?
Te contare algo que me paso hace año y medio, con mi esposo, (en ese entonces éramos novios), es lo que cambio mi manera de enfrentar las tormentas y se que podrá hacer una diferencia en como enfrentas las tuyas. Aquí va:
Estábamos caminando con mi esposo en la playa, era de noche y yo tenía la expectativa de ver el cielo despejado, millones de estrellas en el cielo deslumbrando mis ojos y una luna hermosa dejando una estela en el mar (eso pasó la última vez que fui y era lo que quería ver), pero no fue así, mientras nos acercábamos a la orilla me abrumó la oscuridad que veía mar adentro, era profunda, inmensa y aterradora. El aire soplaba fuerte y las olas rompían con fuerza en la orilla, eran señales de la tormenta que había mar adentro y se aproximaba a nosotros. Comencé a temblar y a sentir la necesidad de volver al carro, quería caminar en dirección contraria. Mi esposo se dio cuenta y pensando que tenía frío, dijo que estaba bien devolvernos; pero cuando lo estábamos haciendo, el fue sensible a Dios, se dio vuelta, se dirigió muy rápido a la orilla y le gritó a la tormenta "TORMENTA, JESUS ES MÁS GRANDE QUE TU", yo lo vi y se estremeció mi corazón, sabia que el estaba haciendo eso inspirado por el Espíritu Santo y que esa tormenta frente a mi representaba las que estaban dentro de mi corazón. El me invitó a hacer lo mismo y a pesar del miedo y que una parte de mi pensaba, ¿que estamos haciendo?, decidí comenzar a gritarlo y lo hice varias veces hasta que mi alma y mente entendieron la profundidad de ese acto. Allí sentí la presencia de Dios y no pude hacer más que postrarme, pedirle perdón por mi miedo y adorarlo con todo mi corazón.
Quisiera contarte que de repente el cielo se abrió de forma majestuosa, que las estrellas salieron y la tormenta se fue, pero, no pasó. La tormenta seguía ahí, grande, profunda y penetrante como al principio. Sin embargo, algo había cambiado dentro de mi. El miedo que me aterro minutos antes ya no estaba, me di cuenta que incluso en la tormenta hay belleza, una belleza digna del creador y en vez de haberle hecho un altar a mi miedo y huir a mi zona segura, Dios me permitió hacerle un altar de adoración en ese lugar y aunque la tormenta no se fue, pude estar allí sonriendo como si viera las estrellas. Meses después volvimos a esa misma playa y tuvimos una caminata con el cielo despejado y las estrellas deslumbrando, finalmente Dios es experto en calmar todas las tormentas en el tiempo correcto.
Aunque la tormenta no se vaya, adora a Dios y grítale a tu situación el nombre de Jesús, después de eso te darás cuenta de que la tormenta no es tan grande como creías y serás trasladada a un territorio de valentía y confianza en Dios sobrenatural. Yo lo hice varias veces, hasta que mi corazón se convenció de esa sublima verdad, no te rindas.
Dile a la tormenta I AM HIS.